lunes, 6 de enero de 2014

Cierre de oficina




A las cuatro de la tarde, de un martes de noviembre, el jefe nos informaba que, para marzo siguiente, y a partir del 31, en aquella Compañía no estaríamos ninguno, y no es probable, dijo, es seguro. El motivo era debido, según el jefe explicaba, a que los dueños estaban saturados ya de grano y que el dinero ganado con la venta del activo, sería bien empleado en un negocio mas "vivo".
La noticia nos sorprende a todos en general, nadie podía pensar que ocurriera este suceso, y nos quedamos deshechos pensando qué pasará después de marzo. Eso Dios sólo sabrá. Se decide una reunión con el personal menor, para ver qué diligencias se debían tramitar, con el fin de no quedar sin trabajo y sin dinero,  pues el asunto es muy feo y lo hemos de tratar. Como falta mucha gente,  quedamos en trasladar la reunión al día siguiente.  Parece que ésto es mejor, porque así asistirán el jefe y los demás, ausentes el día anterior.  Es lógico, la verdad.  La competencia ha comprado los activos de la Empresa y el hecho nos ha asustado, ya que quizás ha pensado trasladarnos de ciudad, su  sede está en Barcelona y aún sabiendo que ésta es bona, no nos queremos cambiar. 
En la siguiente reunión, una vez el jefe informado, quiso dejarlo muy claro: la Empresa nos pagaría si el comprador no nos quería o si el traslado trataba; Y si por contrario, nos quería, nuestra Empresa no pagaba.
Y así quedamos esperando que el comprador decidiera,  y fuera seleccionando como bien le pareciera las ovejas del rebaño.  
Ya han pasado muchos años y, gracias a la Dirección de la Compañía, se consiguió lo mejor para algunos, aunque otros quedaron sin empleo, pero nunca desamparados ni estafados en absoluto. La oficina cerró, pero resurgió de sus cenizas, gracias a las personas que la dirigían y a su buen hacer.

 Noviembre 1998
Conchita Zabala.