Añoranza
Cuando
el ocaso de mi vida llega, pienso continuamente en lo feliz que me hacen
algunas cosas. Hablo, por ejemplo de la música. Siempre me ha gustado y siempre
me ha enternecido escuchar muchas canciones, pero ahora, debido quizás a los
años que me hacen rememorar el pasado, mi sensibilidad aumenta de manera
exagerada y me siento invadida por una añoranza pertinaz que humedece mis ojos
al escucharla. Es como si estuviera inserta en el tema musical; como si lo
viviera directamente y al mismo tiempo fuera protagonista y oyente.
Escucho
la música y veo a mi padre en su incansable afán por poner en el tocadiscos o
en su DVD las zarzuelas que a él tanto gustaban. Él, un hombre conocedor de
este género que superaba esos conocimientos a base de escuchar ese "género
chico" (incomprensible para mí que lo llamen de esa manera). Mi padre era
"fan", como ahora se denomina a los admiradores de los cantantes, de
don Federico Chueca, genial compositor de tantas y tantas zarzuelas (Agua, azucarillos
y aguardiente, El chaleco blanco, El Bateo, La alegría de la huerta, la
GranVia, etc....), todas ellas de raigambre popular. Yo no lo sabía, pero he
leído que su nombre completo era: Pío Estanislao Federico Chueca y Robres, que
murió en Madrid en Junio de1908. Retrocedo a mis jóvenes años y veo claramente
la fotografía de un señor con un mostacho importante expuesta en la consola del
pasillo de mi casa: Este era don Federico Chueca.
La
discoteca de mi padre guardaba también obras de Tomás Bretón, Asenjo Barbieri,
Ruperto Chapí, Pablo Luna, en fin, muchos, todos ellos con creaciones geniales,
tanto como geniales fueron estos compositores.
Este
amor de mi padre por la música ha crecido en mi de igual manera, tanto en lo
que se refiere a música clásica, copla y demás, por lo que, como ya
he dicho, mi fibra mas sensible queda tocada para siempre.
Esto
es lo que siento cuando escucho temas que me retrotraen a mi infancia, pero
naturalmente disfruto infinitamente con ellos.
·
ñ
Cuando el
ocaso de mi vida llega, pienso continuamente en lo feliz que me hacen algunas
cosas. Hablo, por ejemplo de la música. Siempre me ha gustado y siempre me ha
enternecido escuchar muchas canciones, pero ahora, debido quizás a los años que
me hacen rememorar el pasado, mi sensibilidad aumenta de manera exagerada y me
siento invadida por una añoranza pertinaz que humedece mis ojos al escucharla.
Es como si estuviera inserta en el tema musical; como si lo viviera
directamente y al mismo tiempo fuera protagonista y oyente.
Escucho
la música y veo a mi padre en su incansable afán por poner en el tocadiscos o
en su DVD las zarzuelas que a él tanto gustaban. Él, un hombre conocedor de
este género que superaba esos conocimientos a base de escuchar ese "género
chico" (incomprensible para mí que lo llamen de esa manera). Mi padre era
"fan", como ahora se denomina a los admiradores de los cantantes, de
don Federico Chueca, genial compositor de tantas y tantas zarzuelas (Agua,
azucarillos y aguardiente, El chaleco blanco, El Bateo, La alegría de la
huerta, la GranVia, etc....), todas ellas de raigambre popular. Yo no lo sabía,
pero he leído que su nombre completo era: Pío Estanislao Federico Chueca y
Robres, que murió en Madrid en Junio de1908. Retrocedo a mis jóvenes años y veo
claramente la fotografía de un señor con un mostacho importante expuesta en la
consola del pasillo de mi casa: Este era don Federico Chueca.
La
discoteca de mi padre guardaba también obras de Tomás Bretón, Asenjo Barbieri,
Ruperto Chapí, Pablo Luna, en fin, muchos, todos ellos con creaciones geniales,
tanto como geniales fueron estos compositores.
Este amor
de mi padre por la música ha crecido en mi de igual manera, tanto en lo que se
refiere a música clásica, copla y demás, por lo que, como ya he
dicho, mi fibra mas sensible queda tocada para siempre.
Esto es
lo que siento cuando escucho temas que me retrotraen a mi infancia, pero
naturalmente disfruto infinitamente con ellos.