-¿Entonces, por qué ese interés por la fórmula? Ahora
hablaba yo en voz alta y clara.
- Para mí, dijo, es un misterio.
A partir de este momento, decidimos indagar por las calles,
preguntando y preguntando. La conclusión que sacamos de toda la investigación
fue que todo el mundo tenía ardor de estómago que curaba a base de antiácidos
(¡¡Anda, como yo!!), que tomaban a diario.
Comencé a sospechar que los caracoles tenían poco que ver
con la fórmula secreta, y que, incluso no existía tal fórmula. Me fui a mi
retiro (el hotel), a fin de pensar y deshacer la madeja de todo este asunto. No
desmadejé nada, ya que me quedé dormida en cuanto mis huesos se dejaron caer
sobre la cama. (Esto soñé que lo soñaba)
Al despertar del sueño que soñaba, no me quedó la menor
duda de que lo primero que debía hacer era encontrar a los secuestrados, pues
sin ellos no tenía la menor posibilidad de descubrir la trama en la que me
hallaba inmersa. Hablé con mi reciente socio y decidimos esperar una segunda
nota de los secuestradores, a ver si por ahí tuviéramos algún indicio que nos
llevara al éxito. Cuando llegué me ofreció un caldito de caracoles, pero me
negué en redondo a aceptarlo. No dijo nada, pero él tampoco lo tomó.
Capítulo IV
Aquella noche no dormí, y a la mañana siguiente me avisaron
de recepción que tenía una visita esperando en el hall. Bajé rápidamente y me
encontré con mi socio (ya saben, el fámulo de la casa del segundo secuestrado),
que me mostraba una nota.
- ¡¡Ha llegado hace pocos minutos, y mire lo que dice!!
-¿Qué dice, hombre? (Es que me altera los nervios)
-Mire, mire. (Aunque ya teníamos más confianza nos
tratábamos de usted)
Miré. La nota decía: "Si no recibimos la fórmula en 36
horas, morirán"
¡Ah, de modo que tenían a los dos hombres juntos! ¡Ja, ja,
ja! Pues eso nos facilitaba las cosas. Ahora me resultaría más fácil su
rescate.
En la nota no recuerdo que pusieran ninguna dirección, pero
en mi sueño me encargué de conseguirla, con más facilidad.
El lugar no estaba lejos del hotel y comenzamos a
actuar, tal y como lo hacen los espías, claro. Cuando las sombras de la
noche ocultaron todo y no se veían ni los dedos de la mano (hubo un corte del
suministro eléctrico y por éso aprovechamos), nos dirigimos sin darnos un
respiro hacia allí. Lo que vimos (a costa de la luz de una linterna que
llevábamos en nuestro pack), fue una nave, cerrada, llena de grafittis por
todas partes y una puerta, cerrada a cal y canto.
-Hemos de asaltarla, dije en voz muy queda.
-¿Cómo? (Se lo repetí más alto)
De repente llegaron a nuestros oídos los ladridos de unos
perros.
- ¡¡¡Guau, guau!!! ¡¡¡Grrrrr!!! ¡¡¡Grrrrr!!!
Aunque soy una espía valiente, no quise enfrentarme a los
chuchos, no fuera que...
Desaparecimos de allí lo más rápidamente posible y cuando
paramos para respirar decidimos que volveríamos y nos desharíamos de los perros
de alguna forma.
-¡¡Eureka!! Dije yo.
-¿Eu qué? me preguntó él.
-¡Idea, digo que idea! Ya tengo la solución. Llevaremos una
hogaza de pan rellena de caracoles. Si se lo comen, se les quitará la idea de
atacar a nadie, seguro.
- ¡Bien, buena eureka! Me contestó.
Y con ese fin nos dirigimos a la casa para que la cocinera
nos preparara semejante vianda.
Esperamos que llegara la oscura noche otra vez (ya sin
corte en el fluido), y llamamos a los perros:
-Pssss, pssss, cánidos, venid, venid.
- ¡¡Guauuu!! ¡¡Guauuuuu!! ¡¡Grrrrrr! (Agresivos, pero menos
que la noche anterior)
Echamos el bocadillo por encima de a tapia y oímos como los
perros se peleaban por la comida (¡¡tenían un hambre!!) Ya no volvimos a oír
ningún ladrido. los pobres quedaron tan maltrechos por la acidez, que no tuvieron más remedio que irse,
asustados por los síntomas, a otra parte. Entonces saltamos la tapia como
pudimos y comenzamos la búsqueda.
Enseguida encontramos nuestro objetivo. Dos hombres,
amordazados, se encontraban en lo alto del techo, metidos en una jaula, grande,
así como para dos osos, más o menos. Nos quedamos de piedra, pero, a quien se
le ocurre dejarlos ahí. Cosas de los sueños. Vimos una cadena con letras, que
para abrirla tendríamos que reproducir una palabra, si ¿Pero cuál? De nuevo:
- ¡Eureka!
-¿Qué? ¡Ah, ya!
- La palabra es: ¡¡Caracoles!! ¡¡Claro!!
-¡Oh! -Dijo mi socio- Yo quiero ser como tú.
Le dejé con sus ilusiones y escribí c-a-r-a-c-o-l-e-s, así,
tal cual, y la jaula comenzó a bajar, despacito, al principio, pero
rápidamente al poco, estrellándose contra el suelo, después.
No les pasó casi nada. Nos explicaron que los habían tenido
así, sin comida ni nada y que estaban desfallecidos
Salimos de aquella nave los cuatro, dos a paso normal y dos
arrastrándose por los suelos, hasta que les echamos una mano para ayudarlos.
Capítulo V
Después de este terrible episodio, y una vez los dos ex-secuestrados
se hubieron recuperado de tan enorme trauma (nos confesaron que ya
empezaban a piar, metidos en esa jaula), decidimos recapitular todo lo vivido.
No me define el sueño como sucedió el secuestro de ninguno de los dos, pero el
caso es que les encapucharon y metieron a la fuerza en el sidecar de una moto,
cubiertos por una lona de camuflaje, pues los secuestradores (que fueron
dos) querían evitar a toda costa ser descubiertos.
Llegaron a la nave de donde les liberamos, y los metieron
en la jaula ya conocida por todos, y allí estuvieron hasta que con nuestro
coraje y valentía conseguimos que fueran libres de nuevo. Debo decir que este
gesto me valió la medalla al mérito.... (Que no se quién me la dio y que además
no me sirvió para nada, porque después de este sueño ya nunca y en ningún otro
sueño he podido utilizarla)
Vuelvo a la historia, porque a este paso me despierto y nos
quedamos sin final.
Les pedimos que nos explicaran de "pe a pa" todo
lo relacionado con la fórmula, motivo por el cual nos encontrábamos en
esa situación. Les hicimos conocedores de la inquietud del ingeniero jefe de la
fábrica del empresario y la del mayordomo, que el hombre también estaba
inquieto. Aunque ya suponemos que los miembros de la familia de ambos también
tendrían el temor lógico, aquí no salen, pues no tienen interés para el
lector, y además tendríamos que alargar mucho la narración contando parte de su
vida y, la verdad, es que el sueño no da para tanto.
Cuando terminamos con los pormenores y los pormayores, ambos
comenzaron a reír:
jajajajajajajajajajaja, etc., (en este último ja, ya se les
saltaban las lágrimas). La cocinera, les ofreció un
"reconfortante" consomé, que los dos hombres rechazaron de plano.
Luego se acercó a mí, pero de lejos lo rechacé también (quita, quita),
haciéndole un gesto con la mano, que le indicó claramente a la buena
mujer que no tenía ni la menor intención de tomarlo. Al cabo nos pidieron que
nos sentáramos a escuchar lo que tenían que decirnos.., y escuchamos.
-No existe tal fórmula, aseveraron, así, como el que no
quiere la cosa.
-¿Cómo? (Yo)
-¿Cómo? (El fámulo)
-¿Cómo? (La cocinera) Esta no sabía nada de la trama, pero
por simpatía.....
-Como lo oyen. Desde el principio hemos servido por todo el
mundo millones y millones de toneladas de caracoles, siempre con éxito. Debemos
confesarles que el secreto está en el tamaño de sus cuernos, enormes como
ya habrán podido comprobar.
-Sí. (Yo)
-Sí. (El fámulo)
-Sí. (La cocinera) (Qué pesada esta mujer)
- Pues el asunto es, (hablaban ambos, ya que ambos conocían
el secreto), que para mejorar su insipidez, un día decidimos inyectarles a los
cuernos una cantidad importante de especias importadas de países remotos, que
les daba una sabor indescriptible (y tanto, pensé yo), que obligaba a todo
aquel que los comía a utilizar sales estomacales para no perder el estómago en
nada de tiempo.
Por lo tanto, ya lo hemos dicho.
-¡¡Ya lo han dicho!! (Yo)
-¡¡Ya lo han dicho!! (El fámulo)
-¿Ya lo han dicho? (La cocinera), que al no ser detective
ni ayudante, no se enteraba de nada.
-¿Entonces, la fórmula es ESO?
-Justamente, pero ya comprenderán que si se hacía público
nuestro secreto perderíamos el negocio, por lo que no tuvimos otro remedio
hacer creer a todo del mundo que se trataba de una fórmula secretísima, que tan
sólo conocíamos éste (por el otro) y yo (se refería a él).
-Pero queda algo por aclarar (ya les dije que soy
inteligente): No hay fórmula, pero sí un secreto ¿nos lo van a desvelar?
-Claro, respondieron al unísono. El negocio se llama ¡¡SALES
ESTOMACALES!! las exportamos en la misma proporción que los caracoles. La gente
no tiene más remedio que tomarla, por lo que en ningún lugar donde se consuman
caracoles, este remedio puede faltar, y, como es lógico suponer, es el segundo
producto estrella de la casa. Los
caracoles son el plato nacional y se toma a destajo. Y ésta es la famosa
fórmula, que todos creen secretísima. Es un negocio redondo, oiga.
Quedé impactada por esta confesión. Nunca lo hubiera
imaginado.
-Y ahora ¿Qué van a hacer?
- Pues seguiremos con nuestro negocio, que con la venta de
caracoles hemos hecho un imperio.
Estaba tan sorprendida que ni siquiera me enteré que había
despertado. Esto es demasiado para mí. No quisiera continuar con el sueño ni
una sola noche más, ni siquiera para conocer el paradero de los dos
secuestradores, que no importa en absoluto. Se acabó.
Esa mañana me levanté de la cama y me fui derecha a la
ducha. (les aseguro que los demás días también lo hago) ¿Podrán creerme si les
digo que veo caracoles andando por la alfombra de mi casa a paso de marcha?
Creo que debo tratarme, sí.
Nunca volveré a comer semejantes animalitos sin tener a
mano las sales estomacales, imprescindibles, como queda dicho, para
degustarlos.
Conchita Zabala