Desde que existe esto de las redes sociales, la vida nos ha cambiado. Quien nos iba a decir que podríamos compartir nuestras inquietudes, nuestros ideales, nuestras penas y alegrías con casi todo el planeta, vamos, que cualquier cosa que pueda inquietarnos no tenemos mas que pregonarla a los cuatro vientos para que nuestro espíritu quede tranquilo y sin ese peso muerto que llevamos cuando guardamos algo en nuestro interior que nos hace tanto daño. Lo malo es que también nos hacen creer que ésto no es muy bueno que digamos. Hay que tener cuidado con lo que se dice. Pero, vamos a ver: Si este es un medio por el que se puede uno liberar de muchos de los complejos que poseemos ¿ qué de malo tiene decirlos? Yo, que soy partidaria de todo lo que nos ofrece la informática, lo que más siento es no aprovecharlos al completo. Esto me ocurre porque en mis tiempos de juventud no existían estos adelantos ¡que va! Estaba el teléfono, la máquina de escribir, y la buena caligrafía de los contables, que con su correcta letra rellenaban esos libros de cuentas, que a mí tan horribles me parecían, y ni qué decir tiene, los problemas de las taquimecanógrafas que tenían que hacer tantas copias de las cartas, que si pulsabas la tecla equivocada, debías hacer uso de esa goma de escobilla, que dejaba borroso y a veces roto el lugar que esa letra ocupó.
Ahora no. Te puedes equivocar tantas veces como tu inexperiencia con el teclado te lo permita. Todo queda tan bonito. Y ya no os cuento con los cuadros enormes que se hacían en esas máquinas "Olympia" de carros larquísimos, en los que se contaban espacios a troche y moche. ¡Ay, ahora ya no es así! Todo éso se ha olvidado. Ahora todo es comodidad. ¡Una maravilla!
Por lo tanto, como puedo expresarme con libertad; como la comodidad es incomparable y, además, como me quedo tan tranquila y desahogada expresando al mundo entero mis inquietudes, voy a mostrar alguno de mis pensamientos, que transcribo en este espacio que los adelantos me permiten ocupar.
Mis inquietudes hoy me llevan a la cocina. ¿Qué les parece una buena dorada a la sal? ¿Sí? Pues presten atención:
DORADA A LA SAL
Se
precisa una dorada
de
tamaño prominente,
mejor
que una pequeñita
que
se te queda en un diente.
En
la bandeja del horno,
o
si no en una fuente,
depositas
la Dorada
sobre
sal gorda ¿lo entiendes?
Una
vez hecho lo dicho,
recubres
el pescadito
con
más sal y la compactas
con
tus hábiles deditos.
La
bandeja y la Dorada
habrás
de meter al horno
para
que se vaya asando,
siendo
el éxito redondo.
Deberá
ser cocinada
unos
veinte minutitos,
a
doscientos veinte grados
para
que quede exquisito.
Pasado
ya este tiempo,
sola
se resquebrajará
la
sal, que con cuidadito
de
la fuente quitarás.
Deslomarás
el pescado
con
cuchillo y tenedor
y lo irás depositando
en
una fuente mejor.
La
sacarás a la mesa
para
hacerla degustar
a
todos los comensales
que
a bien tuviste invitar.
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